Las desgracias de la red hospitalaria y del sector salud, en general, son muchas y tienden a profundizarse.

Las mayores carencias se presentan, obviamente, en los hospitales Escuela de la capital y Mario Catarino Rivas de San Pedro Sula, Cortés, dado que son los de mayor demanda y referencia en las zonas central y norte.

En lo que respecta al Hospital Escuela, las necesidades han ido en aumento, pero no se han planteado las respuestas oportunas. El recuento de daños es extenso: seis quirófanos no están en funcionamiento; las cirugías cardíacas están paralizadas y lo mismo ocurre con las intervenciones quirúrgicas para los pacientes con cáncer.

El Hospital Mario Catarino Rivas, el principal de la ciudad industrial, está marcado también por el trato indigno a los pacientes, el desabastecimiento de medicinas y la falta de personal.

Los informes del Colegio Médico y de organismos que periódicamente elaboran estudios sectoriales sobre los servicios de salud, destacan que en Honduras alrededor de 11,000 profesionales de la medicina están desempleados.

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Esta semana, el conflicto se ha reavivado por la amenaza de las autoridades de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras de retirar a todos los alumnos que realizan su práctica en sus diferentes modalidades si la Secretaría de Salud no responde a sus demandas de un mejor trato a los pasantes.

La máxima casa de estudios ha reclamado, asimismo, por el otorgamiento de plazas para los estudiantes del área de salud de las universidades privadas.

Funcionarios de la Alma Mater han presentado una lista de demandas vinculadas con las condiciones en que los alumnos lleva a cabo su práctica profesional, las jornadas rotatorias, el internado y la residencia, tanto en el Hospital Escuela como en el Catarino Rivas.

Los burócratas que están al frente de la cartera ministerial de Salud han aseverado que los únicos responsables que las instituciones privadas de enseñanza superior ocupen las plazas en los hospitales públicos son las mismas autoridades de la Universidad Nacional, porque limitan los cupos de acceso a la carrera de medicina y afines.

En Honduras hay 14 médicos y enfermeras por cada diez mil habitantes;

cuatro de cada diez salas de emergencia no cuentan con suficiente personal para cubrir los casos críticos; ni siquiera una cama está habilitada por cada mil personas; y nada más están disponibles una o dos unidades de tomografía y de radioterapia por cada un millón de hondureños.

¿Es mejor morirse en Honduras? Quizás la respuesta sea que sí, en tanto no exista compasión hacia los necesitados o mientras no haya respuesta a quienes demandan a gritos un trato conveniente, equitativo y de calidad en materia de salud.

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